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DEBERÍAMOS VIVIR MIRÁNDOLO TODO COMO SI LO ESTUVIÉSEMOS CONTEMPLANDO POR PRIMERA VEZ O POR ÚLTIMA

lunes, 31 de enero de 2011

QUISE


Quise controlar el viento
Quise controlar el rumbo
Y me olvide de mis pies de barro
Y me olvide de mis ojos ciegos
Quise un refugio para mi alma
Quise un ascua para mi corazón
Olvidando el frio del mundo
Olvidando el hielo de los caminos
Quise poseer mi vida
Quise poseer mi destino
Olvidando el viento,
Olvidando el rumbo….





viernes, 28 de enero de 2011

TARDE DE LLUVIA


La lluvia cae mansa, en paz; lava el alma y se lleva las lágrimas junto con las suyas. La veo caer y me gusta esa melancolía, esa luz gris que todo lo dulcifica. Me inspira recogimiento. Todo se vuelve más intimo y diferente: las calles se acharolan y los arboles se iluminan con guirnaldas de cristal, como sacados de un país de fantasía
El olor de tierra mojada, de calle mojada me lleva siempre a mi infancia, me recuerda las tardes que, detrás de los cristales, miraba como caía la lluvia con la sensación de presenciar un prodigio. Porque eso era para mí entonces: agua, caída del cielo, a veces fina y delicada como un velo, y a veces furiosa y alocada, jinete del viento azotando el mundo. Me fascinaban las gotas corriendo por el cristal, atrapándose, empujándose, tan pronto separándose como fundiéndose. Me maravillaban sobre todo los relámpagos y truenos, mi madre se reía y me decía que los ángeles cambiaban los muebles de sitio. Y yo venga preguntar por qué, qué es eso... Me sobrecogía todo aquel festival de luz y sonido que organizaba la lluvia… sobre todo en el pueblo, con la caja de resonancia de las montañas que lo hacia imponente. Era sobre emocionante distinguir en un segundo la trayectoria de un relámpago, imprevisible, espeluznante. Y las jaculatorias de las abuelas vecinas encomendándose a Santa Bárbara (así que esa santa… ¿TENIA influencias sobre eso? Qué fuerte!), persignándose a cada centella como si las mandara el mismo diablo y no el cielo (¿acaso el diablo podía disponer del cielo para sus fechorías…?). Recuerdo a la tía Marina, una vecina que abría puertas y ventanas para que, si caía un rayo, pudiera volver a salir y no le hiciera daño. .. suerte que nunca le entró ninguno para probar la teoría.
Y por no hablar del granizo, otra maravilla. Caer piedras de cielo, piedras de hielo de diferentes tamaños y texturas. ¿Cómo no se caen las nubes con el vientre lleno de piedras?
Me gustaba sentirme en casa, acompañada, una sensación agradable pensar en las inclemencias de fuera desde la seguridad de casa.
Ahora, a pesar de que la edad ha trocado todos esos portentos en áridas explicaciones científicas, sigo viendo la lluvia con un cierto asombro todavía. Y también con una cierta nostalgia porque la niña que miraba tras los cristales se ha escondido definitivamente dentro de mí y ya sale muy pocas veces. Y no puede ir corriendo a mamá a preguntar todos sus porqués ni a refugiarse cuando retumba el trueno.
Ay, que tendrá la lluvia que nos envuelve en nostalgia y nos pone el alma chiquitita.

jueves, 27 de enero de 2011

CUENTO PARA PALIAR EL ABURRIMIENTO. - FINAL

Salió de la casa antes del amanecer, como cada mañana. Le gustaba aquella hora irreal, en que la luz luchaba brevemente con las sombras antes de despuntar sobre ellas y terminar venciéndolas, Allá lejos, en la línea del horizonte, una ligera luminosidad rosada era el anuncio de ese momento mágico. El aire era puro y penetraba en él dotándole de una ligereza y una lucidez nunca antes experimentadas, y mientas andaba, hundiendo los pies descalzos en la arena tibia, imaginó lo que podía estar sucediendo en aquel mundo tan lejano ahora, tan fuera de su vida…
Sonrió tratando de reproducir la escena: el señor Manich entra en el pequeño restaurante de Silvestre, muy elegante con su traje italiano y su maletín de cuero, y pregunta por el dueño. El cocinero se sienta delante de él con el mismo gesto con que lo hizo aquel día memorable, y su administrador abre el portafolio y le muestra unos documentos: “firme aquí y pasara a ser suya esta cantidad, con ella podrá convertir este local en el mejor restaurante del barrio. También, si usted lo desea, podrá administrar esta otra cantidad en calidad de presidente de la Fundación de Ayuda a los Náufragos de la Vida, nadie mejor que usted sabrá reconocerlos y ayudarlos.”
La sonrisa desapareció de su rostro cuando pensó en su familia. Seguramente Marita estaría en pleno ataque de histeria tras conocer su legado: una pensión vitalicia del mismo importe que su sueldo, al fin y al cabo eso era lo único que había amado de él y con eso la dejaba. En cuanto a Héctor, sintió una punzada de duda con respecto a su actuación con él, pero seguramente era lo mejor para su formación: una cantidad en el banco depositada únicamente para costear cualquier carrera universitaria en la mejor institución. Quizá con el tiempo su hijo comprendería la intención que le guió al obrar así. De todos, modos, su fiel Manich le tendría al corriente de todo lo concerniente al chico.
Y solo de pasada, un fugaz sentimiento mezcla de conmiseración y asco al pensar en su antiguo jefe, don Manuel. Manich se encargaría de amargarle un poco la vida atacándole por su única parte sensible: la economía. Sólo para que sintiera un poco del miedo que había hecho sentir a tantos desgraciados. Posiblemente le hacia un favor.
Perla correteaba entre sus piernas, la única que le acompañó en su exilio voluntario. Realmente era un lugar paradisiaco. Se detuvo a contemplar el mar, eterno amante prodigando sus caricias a la playa de arena blanca, y se dispuso a saludar al nuevo día, su día, puesto que él era ya y por siempre su único dueño y señor.
Nunca dejaba de emocionarle ese espectáculo; debía ser alguna ancestral reminiscencia de los primeros hombres temerosos de que la bola de fuego que les daba vida, dejase alguna vez de reaparecer. El sol, con toda su majestad, se elevaba despacito de entre las aguas, cambiándolo todo con su presencia, dándole a todo lo existente una nueva dimensión. Se tendió en la arena con un suspiro: por fin la felicidad, tan sencilla, tan antigua... De pronto, todo se llenó gradualmente de algo que... era un ruido, un ruido estridente, cada vez más machacón. Se levantó sobresaltado y sintió que desde el horizonte, y como viniendo del centro mismo de aquella aurora mágica, algo le arrastraba por un túnel oscuro al son de aquel timbrazo enervante, le arrancaba de la arena blanca y le lanzaba sobre...

miércoles, 26 de enero de 2011

CUENTO PARA PALIAR EL ABURRIMIENTO. - parte 6

Había leído sobre la reencarnación, era consolador esperar una nueva vida cuando la actual concluyera; lo que nadie le había dicho era que para eso no era imprescindible morirse. Y si no, que se lo preguntaran a él. Los acontecimientos se sucedían con la misma rapidez que los paisajes por una ventana del talgo, casi no tenía conciencia de todo lo que le estaba sucediendo; incluso las personas que con él habían convivido en su vida anterior se comportaban de forma imprevisible, surrealista.
El señor Manich, el director de la sucursal en donde tenía depositada su fortuna, se había convertido en su ángel custodio: le aconsejaba sobre la forma en que debía vestir, contestar a las innumerables entrevistas que le pidieron desde todos los medios de información, le acompañó incluso a escoger unos cuantos trajes y le indicó algunos buenos restaurantes. Finalmente, no cejó hasta hacerle contrata un guardaespaldas experto. “No puede usted andar por ahí con eses fortunón y saliendo en todos los periódicos y televisiones, y sin ninguna protección contra secuestros o casas peores” El hombre parecía haberle adoptado como responsabilidad suya, así que decidió adoptarle él a su vez. Le propuso emplearle a su exclusivo servicio y doblarle el sueldo. El señor Manich, al oír la proposición, tuvo que sentarse, después se levantó como empujado por un resorte y le abrazó con lagrimas en los ojos.
Todo no fue tan satisfactorio como ofrecer un buen empleo; ante sus sorprendidos ojos vio por televisión las declaraciones que sobre él hacían don Manuel y sus ex compañeros de trabajo. Eran de un cinismo absoluto, deshaciéndose todos en alabanzas y sobre todo, evitando cuidadosamente que hubiera sido despedido de aquella empresa.
También pudo comprobar como, ante las cámaras y micrófonos, su mujer y su hijo se transformaban. Marita, abrazada a él y sonriendo satisfecha, inventaba una vida matrimonial propia de anuncio de electrodomésticos, mientras su hijo le pasaba un brazo por la espalda. La única magia de este mundo cotizaba en bolsa.
¿Y Maribel? La dichosa vecinita no tan sólo le saludó sino que tuvo la desfachatez de subir a su piso a felicitarle y a obsequiarle con un par de mohines y varios parpadeos pícaros, preguntando como quien no quiere la cosa, si esperaban algún reportero de los que continuamente desfilaban por allí, probablemente para conseguir su minuto de gloria apareciendo en la tele.
Se sucedieron peticiones de entrevistas con instituciones que deseaban sus donativos, le propusieron negocios fabulosos, le visitaron artistas e inventores a la caza de mecenas y un largo etcétera de aspirantes a parásito, contra los cuales luchó su flamante empleado cual dragón protector.
Sentado en su butacón preferido, que ahora ya nadie le disputaba, y acariciando a Perla, el único ser vivo que no había variado su conducta hacia él, fue dándole vueltas a todo aquello. Por fin tenía un poco de sosiego tras el boom de su acierto millonario. Estuvo mucho tiempo pensado, analizando, desmenuzando sus sentimientos, tanto, que cuando salió de su trance ya había anochecido. Se levantó y se desperezó con la satisfacción del que ha tomado una decisión acertada.

martes, 25 de enero de 2011

JUEVES LITERARIOS- esta semana a partir de esta imagen


LA LOCA QUE SE REIA



Mañana domingo era el día de las elecciones. La gente llenaba las calles del centro soportando el frio aire de diciembre que esperaba traidor en las esquinas, pero con la excitación propia de las vísperas de algo importante. Además, la navidad estaba cerca y los escaparates intentaban atraer la atención de los futuros clientes.
Pero ella se sentía sola y extraña en medio del ajetreo. En realidad siempre se había sentido sola desde que llegó a esa ciudad, entre la esperanza y el miedo, dejando atrás su país. Su pobre país esquilmado por gobiernos corruptos, indefenso y sin derechos. Allí quedaba su madre y sus dos pequeñas, tres mujeres cuya única oportunidad estaba en sus manos. Por eso emigró, y con el billete se esfumaron los pocos ahorros que dejó su marido.
Aun recordaba el día de su llegada, medio mareada tras el largo viaje en avión. No sabía qué emoción la dominaba más, si el miedo o la fascinación que le producía aquella ciudad enorme, llena de todo lo que se pudiera desear (y pagar), con gente que paseaba segura de sí misma, con mujeres tan bien vestidas y maquilladas…. a ellas seguro que el marido no las mandaba. Las monjas se encargaron de alojarla y de buscarle trabajo. Cuidó ancianos, inválidos, niños, limpió casas y ayudó en un puesto del mercado. Trabajos temporales, duros y mal pagados. Pero ella era feliz cuando mandaba el giro a su madre… y la carta mintiéndole acerca de su vida en la gran ciudad. ¿Cómo iba a decirle que compartía un cuartito con tres mujeres, que trabajaba como una mula y que era el último paria? Pero ella era feliz porque mandaba ese dinero, y agradecía el poder hacerlo.
Hasta hacía unos meses, en que el trabajo empezó a escasear, a bajar el precio de sus horas… la crisis, decían. Ahora ya apenas sacaba para sus gastos y sólo conseguía mandar algo a costa de privarse de casi todo.
Deambulaba por las calles para no sentirse sola con su desesperación, sin conseguirlo. Distraída, miró los carteles electorales, las caras que la habían bombardeado las últimas semanas desde periódicos y televisores, prometiendo a tontas y a locas lo que todos sabían que no iban a cumplir. Eso le sonaba, ya lo había vivido. De pronto se paró en seco: había tenido una revelación. Ella no había ido del tercer mundo al primero, ella había ido de un extremo a otro del péndulo, y en esos carteles había la inercia necesaria para que el péndulo volviera a girar. Miró a los transeúntes como si no los hubiera visto nunca y les vio tan engreídos, tan ilusos, que le dio risa. Una carcajada, otra y otra más, hasta saltársele las lagrimas y perder el aliento.
Una mujer cargada de paquetes pasó por su lado y la miró sorprendida un instante .Oyó que le decía a su marido:
-¡Menuda loca!


Verán más historias en el blog de Gustavo http://callejamorán.com/

CUENTO PARA PALIAR EL ABURRIMIENTO. - parte 5

Silvestre, enjugándose el sudor con el delantal, asomó la cabeza por la puerta de su cocina para ver que tal andaba el local de clientela y se fijó sorprendido en el hombre de la primera mesa… Si… ¡estaba llorando…!Volvió a meterse delante de los fogones, turbado, Quiso dejar de pensar en aquellos hombros hundidos y en aquellas manos crispadas delante de la cara, pero mientras le daba vueltas al sofrito, no paraba de darle vueltas a la cabeza… ¡Vaya!
Cogió resueltamente el cucharón, se lo puso en la mano al pinche y antes de que éste iniciara una tímida protesta, salió de la cocina y se sentó delante del hombrecillo.
-Señor… perdone que le moleste, seguramente voy a meterme donde no me importa, pero para quien ha sufrido mucho en esta vida es difícil cerrar los ojos a la pena de los demás, y la suya en muy negra, señor, eso se ve enseguida. El hombre miró aturdido al vejete que olía a cebolla frita y le miraba con franca simpatía.
-Verá, no se cuál es su problema, pero quisiera decirle algo que me ha servido mucho en momentos como el que usted esta pasando: no luche con la vida, no huya de ella, simplemente déjese llevar. Permítame que le cuente una historia:
Había en una aldea un pastor muy pobre, tanto, que sólo tenía una oveja. Un día se le perdió y todos los vecinos fueron a verle y le decían “¡Qué mala suerte has tenido!” y él respondía “Puede ser”. El hijo del pastor fue a buscarla por las montañas y encontró un caballo salvaje que pudo domesticar y alquilaba como montura ganando bastante dinero. Los vecinos le decían “Qué buena suerte has tenido” y el respondía “Puede ser” Y ocurrió que el hijo montó un día el caballo y éste lo tiró al suelo y se rompió una pierna. Los vecinos le compadecían “Qué mala suerte has tenido” y él, como siempre “”Puede ser” Pero el señor de la aldea declaró la guerra a otro señor rival y reclutó a todos los mozos, menos al hijo del pastor, que tenia la pierna rota. Marcharon todos a la batalla y ninguno volvió con vida.
Amigo mío, el destino es inescrutable y nadie tiene poder sobre él. Esa ventaja tenemos los desgraciados, puesto que si nos ha llevado a lo más bajo no hay que temer, sino esperar a que vuelva a subir la ola. Confíe en la vida, no se desanime ni piense que ha naufragado. Y no se sienta solo, porque esa es la naturaleza del hombre: nacer solo y morirse solo. Nadie más interviene en la comedia de nuestra vida, con suerte sólo hay actores y actrices que entran, representan su papel y hacen mutis. Y ahora, va a probar usted mis manitas de cerdo, que resucitan a los muertos. – y dicho esto, se levantó, le dio una palmadita en la espalda y desapareció por la puerta de la cocina.
Se quedó mirando aquella puerta casi dudando de que aquellas palabras, que habían sido para él como el trago de agua para el que muere de sed, las hubiera pronunciado aquel cocinero-filosofo que se había materializado delante de sus narices, aureolado por aroma de sofrito y con las mejillas rojas y sudorosas. Se sentía bien, como si le hubieran quitado un dogal muy apretado….”…en el paseo de San Martin, esquina a la avenida Rius…” Reconoció las calles y se volvió intrigado hacia la televisión que había en una esquina y escucho con atención el resto de la noticia. El locutor hablaba no sé qué de un premio súper millonario… ah, sí, la Loto… Aquella cara… ¡el del reportaje era el camarero del bar que había frente a su casa! …”sí señor, el boleto premiado salió de esta terminal… no, no me acuerdo de quien fue… es que tenemos mucha clientela, aunque me esté mal decirlo”.
Un pequeño sobresalto, un presentimiento apenas esbozado le hizo levantar. Pidió el periódico al camarero y buscó la página de los resultados de los juegos de azar mientras hurgaba sus bolsillos en busca del resguardo. Y allí estaba. ALLI ESTABA. Repasó los números una y otra vez, cerró los ojos y los volvió a repasar. No podía ser verdad.
El cocinero salía con una generosa ración de su receta especial para su protegido, pero advirtió con sorpresa que ya no estaba. Sólo alcanzo a ver el faldón de su gabardina, voleando como si su dueño hubiera salido a la carrera. Se encogió de hombros desconcertado y se internó de nuevo en sus dominios.
Mientras, en la sucursal del banco de la esquina, el director no podía dar crédito a sus ojos. No sabía si besar a aquel hombre insignificante o pegarle por querer engañarle. Pero no había duda: era el boleto premiado de la Loto súper millonaria. Mil quinientos millones ingresados en su sucursal…le dieron hasta sudores. Había salvado los objetivos del presente ejercicio; tras dejarse la piel en busca de clientes con pocos resultados, entraba por la puerta aquel escuchimizado y le ponía delante de las narices mil quinientos millones. Estuvo a punto de soltar la carcajada y tuvo, como nunca en su vida, la convicción de que Dios existía

lunes, 24 de enero de 2011

CUENTO PARA PALIAR EL ABURRIMIENTO. - parte 4

Cruzó el portal y se dirigió al bar de la esquina, por primera vez seguramente desde que estaba en el vecindario. Iba con el firme propósito de coger una buena cogorza, como nunca había hecho y de sumirse en el olvido que, según todas las películas y novelas, produce el alcohol. De modo que pidió un coñac doble y se lo tomó de un trago, lo que le causó un tremendo acceso de tos. Eso le permitió darse cuenta de que, emborrachándose, antes se ahogaría él que sus penas. Decidió pagar la cuenta y marcharse a dar un paseo. Cuando el mozo le devolvió el cambio fue cuando vio el anuncio de la Loto:”Esta semana bote especial de 1.500 millones”. Pensó que había leído algún cero de más por obra y gracia del coñac ingerido y miró el anuncio con más atención ¡Cielos, mil-quinientos-millones! El camarero, viéndole tan interesado en el letrero se le acercó sonriendo:
-¿Qué, amigo, va usted a echar una? El bote bien se lo vale…
-¿Echar una? Bueno, a decir verdad no lo he hecho nunca… Pero, ¡qué caramba, dígame cuánto vale!
Y así, por los extraños caminos que siguen nuestros actos y nuestras vidas, empezó el destino una nueva senda, seguramente programada para él desde el principio de los tiempos.

Los días que siguieron los recordaría siempre como una pesadilla, tenía deseos de que pasaran lo más pronto posible para escapar de aquella situación, al mismo tiempo le daba miedo que siguiera corriendo el tiempo porque lo hacía en su contra, acabando con sus esperanzas una a una. Fue a ver a todos los amigos y conocidos que pudieran echarle una mano, pero sólo consiguió buenas palabras, manidos consejos y sonrisas embarazosas precipitando la despedida. Escribió y mandó su currículo a media ciudad y el más absoluto silencio le respondió, ni siguiera un acuse de recibo. Quiso hablar con sus ex. compañeros para intentar un conato de protesta por su despido, invocando a su solidaridad, pero desistió cuando vio sus miradas huidizas y escuchó las más variopintas excusas.
Si por lo menos en casa tuviera algún apoyo… pero Marita seguía con sus letanías, amenazando además con dejarle solo e irse a casa de su madre, y el chico… bueno, ese seguía igual, quizá con un poco mas de desprecio en la mirada únicamente.
Aquel día se cumplían tres semanas desde su despido; había pasado toda la mañana pateándose la ciudad, mitad para buscarse la vida, mitad para no estar en casa. Precisamente ahora iba para allá, a comer, y sin darse cuenta enlentecía el paso, inconscientemente retrasando la hora de los reproches. Entonces lo decidió: no iría, comería en algún barucho y después seguiría su ronda. Buscó por las calles cercanas harta que encontró lo que buscaba, un local minúsculo con un pizarrón en la entrada “Menú del día: 7 euros” así que entró y buscó la mesa más desapercibida, la que estaba casi enfrente de la puerta de la cocina. Encargó su comida al muchachito que ejercía de camarero y esperó. De pronto, allí sentado y acodado sobre el mantelito de papel, le sucedió algo extraño: se vio a sí mismo como si mirase desde fuera de su cuerpo, como si no fuera con él todo aquello, y contempló al hombrecillo de cincuenta y tres años, desmejorado y solo, tan terriblemente solo y abandonado como nunca había sido consciente de que lo estaba. Y esa soledad cayó sobre sus espaldas con todo el peso del mundo dejándole casi sin respiración, hasta que un sollozo amargo le devolvió el aliento.

domingo, 23 de enero de 2011

CUENTO PARA PALIAR EL ABURRIMIENTO. - parte 3

Aun antes de introducir el llavín en la cerradura, oyó los alegres ladridos de Perla; desde hacía años, el único ser que se mostraba contento con su llegada era esa bola de pelos. Al abrir la puerta, además de la perrilla, le salieron al paso los dos leitmotiv de su hogar: el inevitable olor a verdura recocida, producto de las manías vegetarianas de su mujer, y el retumbante rock duro que a todas horas escuchaba su hijo. Fue hacia la habitación de éste y le encontró desmadejado en la cama, en pleno éxtasis provocado por los bramidos que emitían los altavoces a pleno decibelio.
-Hola, Héctor ¿tampoco has ido hoy a clase?... Deberías replantear tu vida… si un día yo no pudiera mantenerte,¿que harías tú? Deberías….
-¡Jo, tío, que taladro, siempre con la misma historia! No me gusta la m…de instituto que me habéis buscado, y si necesito un curro lo encontraré de “bataca” en un conjunto ¿oyes? Y si no quieres amoquinar, pues lo dices y me doy el piro ¡Será plasta el viejo…!
Cerró la puerta, dolido, añorando al chiquillo alegre que se perdió tras aquella maraña de barba y melenas, ropas de basurero y jergas vulgares. No sabía en qué había fallado; quizá Marita lo había echado a perder consintiéndole tanto, quizá si no le hubiera quitado toda autoridad delante del chico…
Marita…Marita era una vistosa morena, ya algo mayor pero provocativa ella, cuando la conoció. Era todo un cuerpo, ciertamente, y realmente nunca fue nada más que eso. Cuando la primera pasión pasó y buscó algo más en aquella mujer que era suya supo que se había equivocado: estaba vacía, vacía como una muñeca, sin nada dentro. ¿Por qué se casaría con ella? En realidad era la primera que le tiraba los tejos, seguramente buscando seguridad más que amor. Y él iba camino de ser un solterón, viviendo con unos padres ya viejos en un piso más viejo todavía. Así que metió la pata y se condenó de por vida a oír a las horas de las comidas (vegetarianas) el relato de todos los cotilleos del barrio, seguidos de lamentaciones porque con su sueldo nunca podían ir de vacaciones y salpicados con reproches si caía una miga al suelo o el vaso dejaba cercos en la mesa.
Se sentó delante del plato y miró tristemente la ensalada de brotes de soja y algas, rociada con algo pegajoso de olor rancio que prefirió no investigar.
-Marita, tengo una mala noticia...-carraspeó- Verás, don Manuel ha reorganizado la oficina; ha puesto más ordenadores, quiero decir, y… bueno, eso ha hecho que sobre una persona… En fin, que me ha tocado a mí… no hay nada que hacer, es legal… Marita – por fin consiguió levantar la vista y mirarla- me he quedado sin trabajo.
La mujer abrió los ojos y pareció que se le iban a escapar del cerco de pestañas acartonadas por el rímel. Boqueó repetidamente y al fin aulló:
-¿Qué dices? ¡Ay, Dios mío, este hombre! ¿Qué habrás hecho? ¡Señor, que habré hecho yo para merecer esto! ¡Lo que me faltaba, verme en la calle por tu culpa! ¡Imbécil…, te dije que debías invitar a don Manuel a casa, hacerle la pelota…! ¿Y ahora qué? ¿Vamos a vivir de los novelones con los que pierdes el tiempo, o meteré en la olla esos monigotes de barro que haces, tus “esculturas”? Si te hubieras espabilado, como el marido de Emilia, el mecánico, o como el marido de Rosita, que ese sí que gana dinero vendiendo al por mayor… Pero, claro, el señor es muy selecto y tiene mucho orgullo… ¡Inútil, mas que inútil!
Se quedó muy quieto escuchando el chorreo de reproches, insultos, hipos y sollozos, hasta que no pudo más. Cogió la americana y salió del piso lo más silenciosamente que pudo. El mundo era un agujero oscuro que se abría a sus pies por momentos, al final de las escaleras. Se detuvo mirándolas fijamente hasta que temblaron tras el velo de lágrimas que, a su pesar, empezaron a correr atropellándose por sus mejillas. Perdió la noción del tiempo hasta que un leve empujón y un “me permite” le sacaron de su ensimismamiento; era la vecina del segundo, Maribel. Siempre que se cruzaba con ella se le iban los ojos detrás de aquel trasero firme y aquellos pechos insolentes; pero ella ni siquiera le veía, solo sonreía al señor Canales, el de su rellano, quizá porque tenía un taller y una hermosa cuenta en el banco. Era entonces cuando unos celos chiquititos y sin razón de ser le hacían mirar hoscamente a aquel enano rechoncho y vulgar.

sábado, 22 de enero de 2011

CUENTO PARA PALIAR EL ABURRIMIENTO. - parte 2

Miró a través de la cristalera. Como cada mañana, sentado tras la mesa y semioculto entre papeles, estaba ese hombre irritante: siempre con el mismo rostro cansino y la misma voz monocorde, trabajando al mismo ritmo monótono. NO pasaba de hoy, lo tenía bien decidido a pesar de la vocecilla interior que le recriminaba. Es que si al menos fuera simpático como Roca, siempre riéndose a mandíbula batiente de las ocurrencias que él le contaba, o diligente como Montsita, a la cual bastaba una mirada para que se echara a temblar (a pesar de las murmuraciones de Gutiérrez, que sostenía que se burlaba de él cuando no estaba delante). Ese Gutiérrez…era un lenguaraz, pero, en fin, gracias a él estaba al corriente de lo que sucedía en su ausencia. Pero Benítez parecía vivir en un mundo aparte; sí que trabajaba y lo no hacia mal, pero cuando le miraba lo hacia siempre a los ojos y de igual a igual… ¿acaso no sabía que era el último mono? Volvió a mirar ceñudo al empleaducho de marras y golpeó furiosamente el cristal.

Levantó la cabeza al oír el repiqueteo y vio a don Manuel haciéndole señas apremiantes para que fuera a su despacho. Suspiró y, con un mal presentimiento por lo inusual de la llamada, se dirigió hacia allí.
-¿Da usted su permiso, don Manuel?
-Pase hombre, pase ¿no ve que le estoy llamando? Entre y siéntese de una vez
Miró al dichoso hombrecillo que tenía delante y observó el cuello de la camisa, raido por cien lavados y la montura de las gafas, con una pata rota cuidadosamente vendada con cinta transparente, y casi le dio lástima. Carraspeó y se dijo que de hoy no podía pasar. Para darse fuerzas miró la nota que tenía delante y los números le dijeron que, con el sueldo de ese desgraciado podría tener un par de jóvenes con contrato temporal, lo cual significaba doble trabajo hecho por la mitad de dinero, si uno contaba con las bonificaciones del Estado para el fomento de empleo.
-Verá, Benítez, usted ya habrá reparado en que el trabajo va mecanizándose cada vez más, que con la nueva red de ordenadores se simplificaran las tareas administrativas… En fin, que con menos personal será posible llevar la oficina… Quiero decir que hay que suprimir un puesto de trabajo y que, sintiéndolo mucho, deberá usted cesar en su empleo a partir del próximo día uno.
Tuvo que apartar la vista de aquellos ojos desconcertados, como de animal herido.
-¡Don Manuel…! Pero si soy el más antiguo, si conozco todos los trabajos… Además puede usted reciclarme, iré a aprender lo que usted quiera… ¡Don Manuel, soy padre de familia!
-¡Cálmese, Benítez, por Dios! No me sea usted pusilánime, hombre. ¡Pero si he pensado en usted porque es muy válido y podrá encontrar trabajo enseguida!
-Don Manuel, tengo cincuenta y tres años…
-Venga, venga, no se acobarde. Si todo el mundo fuera como usted, nadie se arriesgaría nunca. Fíjese en mí: si tengo este puesto es porque me arriesgué y…
-Y porque se casó usted con la hija de don Carlos, que en gloria esté.
-¡Benítez, no sea impertinente, coño! ¡Siempre he sabido que era usted un subversivo! Haga el favor de bajar a Personal para arreglar papeles…Ah, y no piense en mover jaleos porque su despido tiene todos los beneplácitos de la ley de remodelación para pequeñas empresas y sólo va al salir escaldado si piensa joder con eso de los sindicatos. ¿Me ha oído, Benítez?
El hombre se levantó lentamente y se irguió mirándole fijamente a los ojos, tanto, que casi le hizo bajar la mirada, y oyó que susurraba:
-Le he oído yo y posiblemente el resto de la oficina, señor. Agradezco su cortés despedida y la consideración obtenida por mis años de trabajo. Que duerma usted bien, don Manuel.
Y dicho esto, salió con paso tambaleante y tras pasar el umbral pareció encogerse lastimosamente.
Bueno, ya estaba hecho, pensó aliviado. ¡Demonio de empleados…! ¡Pues no tenía él suficientes dolores de cabeza como para que, encima, se le pusiera chulo ese paria! Su úlcera de estómago protestó enérgicamente y la punzada le hizo soltar un taco. Con un humor cada vez peor, aporreó la tecla del dictáfono y vociferó llamando a Montsita… ¡Esa bobalicona! Si no se dejara pellizcar de vez en cuando, también iba a tener él semejante medianía como secretaria…

viernes, 21 de enero de 2011

CUENTO PARA PALIAR EL ABURRIMIENTO. - parte 1

Nunca dejaba de emocionarle ese espectáculo; debía ser alguna ancestral reminiscencia de los primeros hombres temerosos de que la bola de fuego que les daba vida, dejase alguna vez de reaparecer. El sol, con toda su majestad, se elevaba despacito de entre las aguas, cambiándolo todo con su presencia, dándole a todo lo existente una nueva dimensión. Se tendió en la arena con un suspiro: por fin la felicidad, tan sencilla, tan antigua... De pronto, todo se llenó gradualmente de algo que... era un ruido, un ruido estridente, cada vez más machacón. Se levantó sobresaltado y sintió que desde el horizonte, y como viniendo del centro mismo de aquella aurora mágica, algo le arrastraba por un túnel oscuro al son de aquel timbrazo enervante, le arrancaba de la arena blanca y le lanzaba sobre... Sobre la realidad. Apagó de un manotazo el despertador y la realidad le cayó encima como una losa. No deseaba abrir los ojos... ¿para qué? Sabía perfectamente lo que le esperaba desde las seis de la mañana hasta las doce de la noche, hora en que, si habia suerte, le acogerían nuevamente los sueños en su misericordia. A su lado roncaba Marita, echándole un aliento hediondo. No quería abrir los ojos. El despertador volvió a la carga con su repetición, y resignadamente puso los pies en el suelo y reinició el ritual de cada mañana, ritual de pequeños gestos repetidos para tomar su café, siempre con una cucharadita y media de azúcar, afeitarse, asearse... Y por fin, algo restaurado, salió a la calle y la boca del metro le engulló cual ballena transportando cada mañana a miles de pobres Jonás hacia su destino.

lunes, 17 de enero de 2011

AHORRADORES

"...Un 36% de los españoles no cuenta con ningún tipo de ahorro para afrontar eventuales emergencias, mientras que sólo un 18% tiene ahorrada una cantidad suficiente como para financiar sus gastos corrientes durante un año. Así lo afirma un estudio elaborado por el Grupo ING sobre más de 5.000 personas de 10 países distintos..."
Leído en un periódico. Vamos, que no tenemos un duro (o un euro). Qué diría mi padre si leyera esto, él que nunca compró nada a crédito y que nos dio una hucha a cada uno desde que éramos unos niños. Claro que antes había la experiencia reciente de tiempos duros, de cambios de situación de un día para otro. Tampoco había seguros, cobertura de paro, jubilaciones... Pero, ¿en una, o máximo dos generaciones, hemos pasado de un extremo a otro?. Nos han manipulado muy bien haciéndonos creer en las vacas gordas eternas, en que si caíamos siempre encontraríamos el mullido paracaídas de papá estado, en que uno no era persona si no se iba de vacaciones al quinto cuerno y no disponía de toda la parafernalia tecnológica. Papá siempre decía: no guardes con avaricia, pero siempre ten un "rinconcito" por si las moscas, que cuando todo va bien todos te prometen ayuda, pero cuando va mal, nadie te la da. Entonces eso me parecía un exceso de desconfianza, pero según va todo... Papá, donde estés: siempre agradecida por inculcarme eso, aunque yo también caí en las trampas y mi rinconcito no puede salir del diminutivo. ..

miércoles, 12 de enero de 2011

MI PIE IZQUIERDO

No es la película. Es que ando (un decir) de reposo despues de una cirugía en mi pie izquierdo, peajes que hay que pagar por haberlo usado ya muchos años. Pero sí que me ha hecho recordar la película de ese título y que vi hace tiempo: iba de un muchacho paralítico que, a fuerza de voluntad y contra todo pronóstico, llega a escribir y a pintar usando su pie. Ahora que me paso el día con la pierna elevada cual corista y que pasar por la ducha es toda una aventura, pienso en la suerte que tenemos y que ignoramos cuando nuestro cuerpo funciona , averías aparte, con normalidad. Y pienso en los minusválidos, y también en la gente mayor y en todos aquellos que se enfrentan con enfermedades que les menguan. Qué poco pensamos en ellos y qué poca compresión tenemos con ellos... me viene a la cabeza la impaciencia de más de uno cuando quiere adelantar a algún abuelo que anda con dificultad, o cuando en la cola del súper sus movimientos lentos hacen perder... ¿unos minutos?. Y qué modelos de superación, en los paralímpicos por ejemplo, ahí vemos que lo que importa es el espíritu y no sus herramientas. Espero que esas reflexiones me ayuden a encontrarle una parte interesante a mi retiro.

lunes, 3 de enero de 2011

2011

Bueno, hay que ponerse a ello: hay que empezar con los planes que hicimos para este nuevo año. En realidad cualquier excusa es buena para dar un golpe de timón, pero esta ocasión es "oficial", se celebra casi en todo el mundo y es difícil sustraerse a ello.
Este año sólo me he propuesto una cosa: no perder la serenidad, nada más y nada menos. Menudo trabajo, pero si lo consigo será demasié. Dicen los orientales que la mente debe ser como un lago, que a pesar del oleaje de la superficie sus aguas profundas deben estar en quietud, pero no vivimos en un mundo que nos lo ponga fácil, y nuestra sociedad ensalza el individualismo, el "quítatepa ponerme yo", así que el reto es grande. Me pongo a hacer limpieza de egoísmos (todos somos hermanos y andamos en el mismo barco) y de apegos (nada es nuestro, vivimos de alquiler en este mundo), y lo más difícil: atar corto los pensamientos, porque uno acaba siendo lo que piensa. Los pensamientos incontrolados son ladrones de felicidad, y yo creo que hemos venido al mundo a ser lo más felices posible, así que... me pongo las pilas y allá voy!