
Nacieron gemelas siamesas unidas por el tórax; por suerte no estaba implicado ningún órgano ni vaso importante por lo que la cirugía separó sin problemas sus cuerpos aunque no pudo separar sus almas. Antes de hablar ya tenían su idioma propio y más tarde, cuando hubo que comunicar con “los otros” una empezaba la frase y otra la terminaba, tal era su conexión. Pasaron las mismas enfermedades, se enamoraron de dos gemelos, estudiaron la misma carrera e incluso tuvieron una hija cada una por las mismas fechas; vivían la vida al unísono aunque las separaran cientos de kilómetros. Hablaban diariamente durante horas, se mandaban correos, pero para las cosas importantes, para los sentimientos, jamás les hizo falta intermediario: eso lo sentían en las entrañas, sentían el dolor, la alegría, la angustia de la otra como propia.
Por eso aquella noche en que despertó sobresaltada, con la sensación de caer cada vez más rápido por un túnel sin fondo, gritó aterrorizada. Tranquila, es una pesadilla, le había dicho su marido. Pero no, eso era diferente, aquel dolor de cabeza insoportable, el miedo que le encogía el cuerpo… eso era otra cosa. Antes de descolgar el teléfono ya lo sabía. Un coche derrapó bajo la lluvia ; su hermana estaba en coma.
Tomó el primer avión y corrió a su lado. Estuvo meses junto a aquella cama, ni familia, ni trabajo, nada importaba sino aquel cuerpo idéntico al suyo que se consumía inmóvil. Percibía el terror de una mente viva atrapada en un cuerpo muerto. No podía irse porque ella era su única salvación; en los momentos en que la sentía caer en la angustia suprema, remontaba su mente igual que un pájaro llevando entre sus alas la mente de su hermana, y juntas volvían a los días felices, a la playa en que jugaron de niñas, a la vieja casa de la abuela…, ella conseguía recrear el mundo para su hermana, podía llevar el mensaje de los sentidos a aquel espíritu suspendido entre dos dimensiones.
Y ahora esto. El protocolo del hospital, - “Su hermana está clínicamente muerta”. Lloró, suplicó, exigió, recurrió a todo lo que podía ofrecerle una posibilidad, pero una orden del juez acabó con sus esperanzas. El psiquiatra del hospital intentó consolarla ¿qué sabía él? ¿acaso había podido entender lo que es tener un cuerpo con dos almas o un alma repartida en dos cuerpos? Se rió en su cara cuando él le dijo que todo era producto de su mente, seguro que eso acabó de convercerlo de que estaba loca. Su ciencia no le permitía intuir que la realidad no es más que un sueño de la mente, y ella podía soñar por su hermana. ¿qué era estar vivo, pues?
Rendida, apoyó la frente en la cama, sobre la mano inerme de su igual. Quizá se durmió, seguramente. En el sueño, su hermana estaba de pie a su lado, cubierta con una pesada capa oscura. Con esfuerzo consiguió zafarse de ella y emergió radiante, con la belleza que tuviera en su juventud. Sonrió y la besó en la boca. Se deslizó, etérea, hasta la ventana y allí, envuelta en un rayo de sol, nimbada por el polvo dorado, poco a poco fue fundiéndose en luz.
La pequeña comitiva que entró en la habitación la despertó; unos minutos después el pitido continuo de los monitores anunciaba la partida de su hermana… un frío intenso se apoderó de ella, abismos negros cayeron sobre su pecho ahogándola, intentó gritar, agarrarse a algo, pero la vida huía también de su cuerpo. En el colmo de la agonía, un lejano punto de luz, agrandándose, succionándola, llevando de nuevo el aire a sus pulmones. Una mano conocida, la de su querida gemela o quizá la suya propia, surgiendo de aquella nada luminosa, la conducía de vuelta a la vida. Sintió la caricia de un beso en su boca y abrió los ojos al mundo, esta vez …sola.
Por eso aquella noche en que despertó sobresaltada, con la sensación de caer cada vez más rápido por un túnel sin fondo, gritó aterrorizada. Tranquila, es una pesadilla, le había dicho su marido. Pero no, eso era diferente, aquel dolor de cabeza insoportable, el miedo que le encogía el cuerpo… eso era otra cosa. Antes de descolgar el teléfono ya lo sabía. Un coche derrapó bajo la lluvia ; su hermana estaba en coma.
Tomó el primer avión y corrió a su lado. Estuvo meses junto a aquella cama, ni familia, ni trabajo, nada importaba sino aquel cuerpo idéntico al suyo que se consumía inmóvil. Percibía el terror de una mente viva atrapada en un cuerpo muerto. No podía irse porque ella era su única salvación; en los momentos en que la sentía caer en la angustia suprema, remontaba su mente igual que un pájaro llevando entre sus alas la mente de su hermana, y juntas volvían a los días felices, a la playa en que jugaron de niñas, a la vieja casa de la abuela…, ella conseguía recrear el mundo para su hermana, podía llevar el mensaje de los sentidos a aquel espíritu suspendido entre dos dimensiones.
Y ahora esto. El protocolo del hospital, - “Su hermana está clínicamente muerta”. Lloró, suplicó, exigió, recurrió a todo lo que podía ofrecerle una posibilidad, pero una orden del juez acabó con sus esperanzas. El psiquiatra del hospital intentó consolarla ¿qué sabía él? ¿acaso había podido entender lo que es tener un cuerpo con dos almas o un alma repartida en dos cuerpos? Se rió en su cara cuando él le dijo que todo era producto de su mente, seguro que eso acabó de convercerlo de que estaba loca. Su ciencia no le permitía intuir que la realidad no es más que un sueño de la mente, y ella podía soñar por su hermana. ¿qué era estar vivo, pues?
Rendida, apoyó la frente en la cama, sobre la mano inerme de su igual. Quizá se durmió, seguramente. En el sueño, su hermana estaba de pie a su lado, cubierta con una pesada capa oscura. Con esfuerzo consiguió zafarse de ella y emergió radiante, con la belleza que tuviera en su juventud. Sonrió y la besó en la boca. Se deslizó, etérea, hasta la ventana y allí, envuelta en un rayo de sol, nimbada por el polvo dorado, poco a poco fue fundiéndose en luz.
La pequeña comitiva que entró en la habitación la despertó; unos minutos después el pitido continuo de los monitores anunciaba la partida de su hermana… un frío intenso se apoderó de ella, abismos negros cayeron sobre su pecho ahogándola, intentó gritar, agarrarse a algo, pero la vida huía también de su cuerpo. En el colmo de la agonía, un lejano punto de luz, agrandándose, succionándola, llevando de nuevo el aire a sus pulmones. Una mano conocida, la de su querida gemela o quizá la suya propia, surgiendo de aquella nada luminosa, la conducía de vuelta a la vida. Sintió la caricia de un beso en su boca y abrió los ojos al mundo, esta vez …sola.